Ocurrió hace ya bastante tiempo, no lo olvidaré jamás. Comenzó un día de escuela como cualquier otro. Cursaba primaria. Ese día mi profesor de inglés, no había asistido a clases (se encontraba enfermo). Así que todos en el salón estaban charlando, jugando o ingiriendo algún alimento que sus padres les habían puesto en el lunch.
Al cabo de un rato, me percaté de que se estaba formando una multitud de niños. Estos habían comenzado a contar historias de terror, o relatos de cosas extrañas que les habían sucedido supuestamente, a ellos, o a algún conocido. Allí fue donde Michelle Evans, comenzó a contarnos que conocía un juego llamado: “el reflejo”. El cual era muy simple, consistía en mirarse fijamente a los ojos en un espejo. Según él, al cabo de unos minutos podrías ver como desaparecía la piel de tu rostro, dejando ver los nervios y músculos rojos de tu cara, después verías tu cráneo, y finalmente tu imagen desaparecería del espejo. Solo había un inconveniente, una vez que comenzabas a verte en el espejo, no debías retirar la vista de él, o esto traería consigo consecuencias fatales (nunca nos dijo cuales).
Cuando terminó de contarnos aquello, Jacob Raimond, el chico “valiente” del grupo, pidió rápidamente un espejo. Una de las chicas sacó uno de su mochila (de esos que usan para maquillarse o para peinarse),y se lo dio a Jacob, este se lo llevó a la cara, y los demás permanecimos mirándolo alrededor de unos cinco minutos. De repente y con un grito desenfrenado, rompió el silencio que habíamos estado manteniendo mientras mirábamos su rostro para ver si algo ocurría. Al principio pensé que era una broma, pero tal expresión en su rostro me hizo saber rápidamente lo contrario. Sus ojos se quedaron fijamente clavados en el espejo, al tiempo que en su cara se formaban arrugas, en una expresión producida por el horror de lo que fuese que hubiera visto. Sus ojos se tornaron blancos, y de las sienes le saltaban las venas. Dejó escapar otro grito y al momento se desplomó en el suelo. Un profesor entró corriendo al salón pocos segundos después, seguido de otro. Nos interrogaron rápidamente sobre lo sucedido, y antes de que alguien pudiera contestar, el profesor dio un grito de auxilio para llamar al doctor de la escuela. Finalmente terminaron pidiendo una ambulancia, y se lo llevaron. Dos días después nos hicieron saber que Jacob estaba bien.
Pasaron los años, ahora me encontraba estudiando la escuela preparatoria. Eran vacaciones y a mis camaradas se les ocurrió hacer una pequeña reunión. A las ocho de la noche llegué puntual a la casa de Tom. Ya casi todos se encontraban allí platicando, comiendo alguno que otro bocadillo, o bebiéndose algo del mini bar del padre de Tom. No pasó mucho tiempo para que aquellos temas sobrenaturales comenzaran a tocarse. Esta vez yo narré el recuerdo de aquella tarde, en la que John Evans nos contó del juego del reflejo. Les conté lo que le había pasado a ese chico Jacob, y agregué, como se jugaba el juego. Les pareció interesante, pero esta vez nadie lo intentó (no sé si fue porque les causó temor, o porque simplemente pensaban que eran niñerías).
La fiesta terminó a media noche y cada quien volvió a su respectiva casa. Yo llegué un poco ebrio. No escuché a mis padres en la sala, así que seguramente estaban dormidos, y pensé: Que suerte.
Me dirigía a mi habitación, cuando me quedé mirando mi rostro en el espejo del pasillo. Entonces recordé el juego. Si era verdad y mi memoria no me fallaba, tenía que quedarme allí parado, observando fijamente mis ojos, hasta que mi reflejo desapareciera. Pasaron diez minutos, más o menos, y comencé a ver como mi piel desaparecía, dándole paso a los nervios y los músculos debajo de ella. Permanecí concentrado, pero un ruido me distrajo. Alguien bajaba por las escaleras, seguramente mi padre que se había levantado a tomar un poco de agua. Retiré la vista del espejo, corrí a mi habitación y me metí a la cama. El alcohol hizo su efecto relajador, y me quedé dormido. Horas después, la sed que causa la resaca me despertó. En el reloj marcaban las tres de la mañana. Fue entonces cuando lo vi en el espejo de mi closet. Era yo, mi propio reflejo, viéndome atentamente, con los ojos totalmente abiertos como un par de platos, en la boca una sonrisa obscena dejaba ver todos los dientes, y tenía las manos pegadas al vidrio del espejo, como si tratara de salir de él. Me quedé paralizado por un buen rato. Cuando por fin pude moverme, esa cosa me seguía con la mirada.
Ahora a cada parte que voy, tengo que evitar los espejos, pues allí esta él. A veces me muestra imágenes de mí suicidándome de diferentes maneras, o completamente cubierto de sangre.
En mi casa no conservo ningún espejo. Nunca le he contado a mi esposa el por qué, ella solo cree que tengo una fobia, ya ha tratado de mandarme al psicólogo algunas veces. No quiero terminar encerrado en un psiquiátrico.
Así que si alguien conoce a algún Michelle Evans, o un Jacob Raimond, háblele de mí, cuéntele la historia. Si son ellos sabrán de lo que les está hablando. Por favor haga que se comuniquen conmigo a este correo: GeorgeWell52@yahoo.com. He estado buscándolos desde hace años, por todos los medios a los que puedo acceder. De ellos depende mi vida ahora.
No doy más información porque quiero mantener mi privacidad, y no quiero que la gente me conozca como “el loco de los espejos”.
Quizá te preguntes porque es tan urgente para mí, o si ya ha pasado tanto tiempo, ¿no tendría ya que estar acostumbrado a esto? El Problema es… que hace dos noches vi a esa cosa, pero ahora estaba fuera del espejo.
Al cabo de un rato, me percaté de que se estaba formando una multitud de niños. Estos habían comenzado a contar historias de terror, o relatos de cosas extrañas que les habían sucedido supuestamente, a ellos, o a algún conocido. Allí fue donde Michelle Evans, comenzó a contarnos que conocía un juego llamado: “el reflejo”. El cual era muy simple, consistía en mirarse fijamente a los ojos en un espejo. Según él, al cabo de unos minutos podrías ver como desaparecía la piel de tu rostro, dejando ver los nervios y músculos rojos de tu cara, después verías tu cráneo, y finalmente tu imagen desaparecería del espejo. Solo había un inconveniente, una vez que comenzabas a verte en el espejo, no debías retirar la vista de él, o esto traería consigo consecuencias fatales (nunca nos dijo cuales).
Cuando terminó de contarnos aquello, Jacob Raimond, el chico “valiente” del grupo, pidió rápidamente un espejo. Una de las chicas sacó uno de su mochila (de esos que usan para maquillarse o para peinarse),y se lo dio a Jacob, este se lo llevó a la cara, y los demás permanecimos mirándolo alrededor de unos cinco minutos. De repente y con un grito desenfrenado, rompió el silencio que habíamos estado manteniendo mientras mirábamos su rostro para ver si algo ocurría. Al principio pensé que era una broma, pero tal expresión en su rostro me hizo saber rápidamente lo contrario. Sus ojos se quedaron fijamente clavados en el espejo, al tiempo que en su cara se formaban arrugas, en una expresión producida por el horror de lo que fuese que hubiera visto. Sus ojos se tornaron blancos, y de las sienes le saltaban las venas. Dejó escapar otro grito y al momento se desplomó en el suelo. Un profesor entró corriendo al salón pocos segundos después, seguido de otro. Nos interrogaron rápidamente sobre lo sucedido, y antes de que alguien pudiera contestar, el profesor dio un grito de auxilio para llamar al doctor de la escuela. Finalmente terminaron pidiendo una ambulancia, y se lo llevaron. Dos días después nos hicieron saber que Jacob estaba bien.
Pasaron los años, ahora me encontraba estudiando la escuela preparatoria. Eran vacaciones y a mis camaradas se les ocurrió hacer una pequeña reunión. A las ocho de la noche llegué puntual a la casa de Tom. Ya casi todos se encontraban allí platicando, comiendo alguno que otro bocadillo, o bebiéndose algo del mini bar del padre de Tom. No pasó mucho tiempo para que aquellos temas sobrenaturales comenzaran a tocarse. Esta vez yo narré el recuerdo de aquella tarde, en la que John Evans nos contó del juego del reflejo. Les conté lo que le había pasado a ese chico Jacob, y agregué, como se jugaba el juego. Les pareció interesante, pero esta vez nadie lo intentó (no sé si fue porque les causó temor, o porque simplemente pensaban que eran niñerías).
La fiesta terminó a media noche y cada quien volvió a su respectiva casa. Yo llegué un poco ebrio. No escuché a mis padres en la sala, así que seguramente estaban dormidos, y pensé: Que suerte.
Me dirigía a mi habitación, cuando me quedé mirando mi rostro en el espejo del pasillo. Entonces recordé el juego. Si era verdad y mi memoria no me fallaba, tenía que quedarme allí parado, observando fijamente mis ojos, hasta que mi reflejo desapareciera. Pasaron diez minutos, más o menos, y comencé a ver como mi piel desaparecía, dándole paso a los nervios y los músculos debajo de ella. Permanecí concentrado, pero un ruido me distrajo. Alguien bajaba por las escaleras, seguramente mi padre que se había levantado a tomar un poco de agua. Retiré la vista del espejo, corrí a mi habitación y me metí a la cama. El alcohol hizo su efecto relajador, y me quedé dormido. Horas después, la sed que causa la resaca me despertó. En el reloj marcaban las tres de la mañana. Fue entonces cuando lo vi en el espejo de mi closet. Era yo, mi propio reflejo, viéndome atentamente, con los ojos totalmente abiertos como un par de platos, en la boca una sonrisa obscena dejaba ver todos los dientes, y tenía las manos pegadas al vidrio del espejo, como si tratara de salir de él. Me quedé paralizado por un buen rato. Cuando por fin pude moverme, esa cosa me seguía con la mirada.
Ahora a cada parte que voy, tengo que evitar los espejos, pues allí esta él. A veces me muestra imágenes de mí suicidándome de diferentes maneras, o completamente cubierto de sangre.
En mi casa no conservo ningún espejo. Nunca le he contado a mi esposa el por qué, ella solo cree que tengo una fobia, ya ha tratado de mandarme al psicólogo algunas veces. No quiero terminar encerrado en un psiquiátrico.
Así que si alguien conoce a algún Michelle Evans, o un Jacob Raimond, háblele de mí, cuéntele la historia. Si son ellos sabrán de lo que les está hablando. Por favor haga que se comuniquen conmigo a este correo: GeorgeWell52@yahoo.com. He estado buscándolos desde hace años, por todos los medios a los que puedo acceder. De ellos depende mi vida ahora.
No doy más información porque quiero mantener mi privacidad, y no quiero que la gente me conozca como “el loco de los espejos”.
Quizá te preguntes porque es tan urgente para mí, o si ya ha pasado tanto tiempo, ¿no tendría ya que estar acostumbrado a esto? El Problema es… que hace dos noches vi a esa cosa, pero ahora estaba fuera del espejo.
Historia por: Arkdfull
0 comentarios :
Publicar un comentario