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jueves, 1 de noviembre de 2012

Los antiguos habitantes del México precolombino en Mezo América, aztecas, mayas, purépechas, nahuas y totonacas, tenían entre sus rituales dos fiestas: la pequeña y la grande, que durante la época de la Colonia se fusionaron con la cultura y la religión católica. Los antecedentes más remotos de estas ceremonias se remontan aproximadamente al año 1800 a .C. como lo indica una máscara de barro procedente de Tlatilco, Estado de México. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl , conocida como la ‘Dama de la muerte'[1] y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de Mictlán o tierra de los muertos. La fiesta pequeña, se iniciaba 20 días antes que la fiesta grande, la primera era dedicada a los niños y la segunda a los adultos, como ahora se acostumbra que el 1º de noviembre sea dedicado a los niños difuntos y el 2 a los adultos. El inicio de la celebración de los muertos adultos o fiesta grande se hizo coincidir con la festividad católica de los fieles difuntos.
El día de todos los santos quedaba incluido dentro de los 20 días anteriores a la fiesta grande donde se encontraban las fiestas de los muertos pequeños. Por ello se celebra a los niños difuntos el 1º y a los adultos difuntos el 2 de noviembre. Este manejo de las tradiciones es un ejemplo de como el pueblo mexicano logró mantener sus antiguas costumbres vivas bajo el yugo español, a pesar de la evangelización. Aprovechando el interés que los españoles tenían en manipular las fiestas de los indígenas para convertirlos al catolicismo, los mexicanos se adecuaron y así lograron que las festividades de muertos no fueran tomadas como paganas. 

Los días de muertos se han convertido en una verdadera festividad nacional, que se extiende a lo largo de todo el territorio mexicano, parte de Centro América y el Sur de Estados Unidos, que tiene gran arraigo entre los nacionales, chicanos y hermanos de México. El dolor, la tristeza y el llanto por el ser querido que partió al mundo de los muertos, se entremezclan con el colorido, la fiesta, la alegría que caracteriza al mexicano, que sabe reírse de su propia tragedia para aligerar su pesar.
La diferencia esencial entre las ofrendas prehispánicas y las actuales consiste principalmente en que las aquellas eran ofrecidas a los dioses y las actuales, ya con la influencia católica, son ofrecidas a los difuntos, a los santos y a la virgen.
Celebrar el día de muertos es una tradición de 100% mexicana, que nada tiene que ver con el Halloween, que ni siquiera es estadounidense, sino más bien de origen Celta.


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