Los antiguos habitantes del México precolombino en
Mezo América, aztecas, mayas, purépechas, nahuas y totonacas, tenían
entre sus rituales dos fiestas: la pequeña y la grande, que durante la
época de la Colonia se fusionaron con la cultura y la religión católica.
Los antecedentes más remotos de estas ceremonias se remontan
aproximadamente al año 1800 a .C. como lo indica una máscara de barro
procedente de Tlatilco, Estado de México. Las festividades eran
presididas por la diosa Mictecacíhuatl , conocida como la ‘Dama de la
muerte'[1] y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de Mictlán o tierra de los
muertos. La fiesta pequeña, se iniciaba 20 días antes que la fiesta
grande, la primera era dedicada a los niños y la segunda a los adultos,
como ahora se acostumbra que el 1º de noviembre sea dedicado a los niños
difuntos y el 2 a los adultos. El inicio de la celebración de los
muertos adultos o fiesta grande se hizo coincidir con la festividad
católica de los fieles difuntos.
El día de todos los santos quedaba
incluido dentro de los 20 días anteriores a la fiesta grande donde se
encontraban las fiestas de los muertos pequeños. Por ello se celebra a
los niños difuntos el 1º y a los adultos difuntos el 2 de noviembre.
Este manejo de las tradiciones es un ejemplo de como el pueblo mexicano
logró mantener sus antiguas costumbres vivas bajo el yugo español, a
pesar de la evangelización. Aprovechando el interés que los españoles
tenían en manipular las fiestas de los indígenas para convertirlos al
catolicismo, los mexicanos se adecuaron y así lograron que las
festividades de muertos no fueran tomadas como paganas.
Los días de muertos se han convertido
en una verdadera festividad nacional, que se extiende a lo largo de todo
el territorio mexicano, parte de Centro América y el Sur de Estados
Unidos, que tiene gran arraigo entre los nacionales, chicanos y hermanos
de México. El dolor, la tristeza y el llanto por el ser querido que
partió al mundo de los muertos, se entremezclan con el colorido, la
fiesta, la alegría que caracteriza al mexicano, que sabe reírse de su
propia tragedia para aligerar su pesar.
La diferencia esencial entre las
ofrendas prehispánicas y las actuales consiste principalmente en que las
aquellas eran ofrecidas a los dioses y las actuales, ya con la
influencia católica, son ofrecidas a los difuntos, a los santos y a la
virgen.
Celebrar el día de muertos es una
tradición de 100% mexicana, que nada tiene que ver con el Halloween, que ni siquiera es estadounidense, sino más bien de origen Celta.
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